martes, 11 de septiembre de 2012

Investigadores: un futuro con el horizonte lejos de España


Trabajar fuera del país era hasta ahora una opción positiva para el aprendizaje. Ahora es casi la única

Enrique Pita. Madrid
Las estimaciones de población actual difundidas el pasado mes de julio por el Instituto Nacional de Estadística (INE) señalan que 269.486 personas han salido de España entre enero y junio de este año, frente a las 254.352 que lo hicieron un año antes. En 2012, 40.625 de estos emigrantes eran de nacionalidad española mientras que a 1 de julio de 2011 sumaban 28.168. ¿Cuántos son investigadores? No hay datos fiables al respecto, pero la sensación es que, al menos, una parte importante es gente muy bien formada en el sistema educativo español que acaba labrándose un futuro laboral fuera de España. Una situación que no es nueva, pero que cada vez se observa con mayor preocupación.

José Ignacio Wert, ministro de Educación, Cultura
y Deporte.
A pesar de las evidencias, el Gobierno de Mariano Rajoy no parece inmutarse tampoco ante este problema. Incluso va más allá y niega su existencia. Durante una reciente visita a Alemania, el ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, aseguraba que “ni siquiera habría que llamarlo fuga de cerebros” ya que “el hecho de que haya jóvenes con capacidad y voluntad de movilidad, que dominen idiomas extranjeros, que tengan la voluntad de salir fuera, que quieran ensanchar sus horizontes profesionales, nunca puede considerarse un fenómeno negativo”. Una bravata o una simpleza, ambos calificativos sirven para poner en tela de juicio al ministro, que, como dice la portavoz de la Federación de Jóvenes Investigadores/Precarios (FJI), Ester Artells, “me deja la sensación de que se está riendo de nosotros”.

La fuga de cerebros tiene poco de mito. “Es absolutamente real en dos sentidos. Por un lado, jóvenes que están buscando su futuro inmediato fuera de España, y, por otro, no tan jóvenes ya en el extranjero que han descartado la posibilidad de volver de sus planes inmediatos”, explica el presidente de la Confederación de Sociedades Científicas Españolas (Cosce), Carlos Andradas. En este sentido, desmiente a Wert y asegura que “lo primero podría verse como una fase más dentro del proceso de formación, pero no puede verse así porque el flujo no es simétrico”. En su opinión, podría no ser negativa, como dice el ministro, “si llegara a España un número de investigadores similar al que sale a formarse fuera, pero eso no está siendo así”.

Amaya Moro-Martín, portavoz de la Plataforma por una Investigación Digna, advierte que “a pesar de que lo nieguen por activa y por pasiva, la fuga de cerebros es una amenaza real”. “No sé en qué se basan para negarlo cuando es evidente. No tendrían más que hablar con los centros de investigación, el personal tiene una incertidumbre tremenda”.

La conclusión es sencilla: Wert puede seguir minimizando el alcance del problema, pero lo cierto es que existe y preocupa, tanto a los investigadores como a las sociedades científicas.

Ester Artells.
La excelencia no se logra sin una masa crítica de investigadores

España forma bien, o muy bien a sus investigadores, pero, “no sabe aprovechar el personal científico que forma”, explica Ester Artells. La ecuación es sencilla, España pierde un capital humano fundamental para investigar, mientras que los países en los que se refugian los investigadores reciben un personal altamente cualificado. Artells pone un ejemplo: “Si donde yo trabajo (Institut Méditerranéen de Biodiversité et d'Ecologie marine et continentale, en Marsella, Francia) inventamos algo, la investigación que yo hago, por mucho que sea española, es francesa, y si se llega a una patente, va a quedarse en Francia”.

El problema se agudiza este año con los ajustes presupuestarios a los que se ha visto abocado el conjunto del país. En este sentido, los Presupuestos Generales del Estado (PGE) aprobados por el Gobierno de Mariano Rajoy han dejado en la cuneta cerca del 25 por ciento del dinero dedicado al sistema de ciencia español, y solo a última hora introdujeron una enmienda para permitir la creación de la Agencia Estatal para la Investigación que prevé la Ley de Ciencia. Estos recortes van a afectar, sin duda, a las ya pocas posibilidades que los investigadores españoles tienen de permanecer en España, ya que se verán afectadas las convocatorias de becas, contratos pre y post doctorales y otras iniciativas.

La situación es tan crítica que Cosce, la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE), UGT, CCOO, PJI/Precarios y la Plataforma por una Investigación Digna han suscrito una ‘Carta abierta por la Ciencia’ que hicieron llegar primero al Congreso de los Diputados y al Gobierno español, y vista la falta de respuestas tangibles, remitieron después al Parlamento Europeo. Durante la presentación de la misiva que se ha enviado a Europa, el vicerrector de Investigación de la Universidad Complutense de Madrid, Joaquín Plumet, aseguraba que “la excelencia no se puede conseguir sin una masa crítica de investigadores”, pero para lograr esa excelencia los recortes aprobados no sirven, más bien al contrario. Lo ideal sería “seguir las directrices que la Unión Europea ha marcado”, tanto en las recomendaciones que hace a los estados miembros como en la redacción final del Programa Horizonte 2020, en el que se ha recogido un aumento del 50 por cien de los presupuestos que se destinan a Ciencia desde Bruselas.

Uno de los caballos de batalla de los investigadores, y de los sindicatos y del resto de agentes del sector, es la tasa de reposición de investigadores. El borrador de los PGE marcaba una tasa de reposición 0, y ahí es donde se ha logrado una conquista, pequeña e insuficiente, pero conquista, ya que los Presupuestos finalmente aprobados marcan una tasa de reposición del 10 por ciento para el personal investigador de los Organismos Públicos de Investigación, siempre que tengan el grado de doctor, algo que “no se corresponde con las necesidades” del sistema de Ciencia español.

Amaya Moro-Martín.
“Creo que este año va a ser crítico”, analiza Moro-Martín. “Hasta ahora se enlazaban contratos con la esperanza de que salieran plazas más estables, pero con la tasa de reposición mísera que tenemos impuesta en un sistema que ya había sufrido una reducción drástica en los últimos años es complicado, hay mucha gente que no va a encontrar ese plan b para enlazar contratos”. “España perderá el 90 por ciento del personal que se jubile este año en el sistema de Ciencia, todos los investigadores que no logren la estabilización dentro de ese 10 por ciento y el 100 por cien del personal técnico y auxiliar”, lamenta Moro-Martín.

Carmen Vela, en medio de la tormenta

Cuando fue nombrada secretaria de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación, Carmen Vela suscitó opiniones positivas desde el sector investigadores y empresarial, y no tantas desde el PP. Su figura fue criticada desde el partido que sustenta al Gobierno por haber dado su apoyo al PSOE en el pasado y reconocida por los agentes del sector ciencia por su pasado como investigadora y conocedora de los problemas del sistema.

Meses después de su incorporación, y tras haber cambiado las tornas al presentar los presupuestos de su Secretaría de Estado, un artículo suyo publicado en la prestigiosa revista científica Nature desató una tormenta de grandes proporciones. En el texto, en el que desgranaba varios de los problemas que a su juicio tiene el sistema, se planteaba una idea que sobresaltó a los agentes del sistema, en especial a los investigadores. Y es que, según Vela, “para fortalecer el sistema de investigación español debemos adelgazarlo, pero es importante reducir la cantidad, no la calidad”.

Carmen Vela.
La respuesta no se hizo esperar, y la Federación JI/Precarios señaló en un comunicado que “mientras en España la proporción de investigadores sobre la población activa es de un 9.6 por mil, en la Unión Europea es del 10.4 por mil y en Alemania de un 12.7 por mil”. Además, lanzó una pregunta: “¿Cuántos de esos investigadores que trabajan fuera se han formado en nuestro país y se han visto obligados a partir ante la imposibilidad de continuar su carrera científica”. No hay respuesta, pero sí se puede acudir a los datos. Según la propia FJI/Precarios, el Instituto Nacional de Estadística señala que en 2011 el número de personas dedicado a actividades de I+D+i, en equivalencia a jornada completa, se redujo un 4,1 por ciento en el sector empresarial y disminuyó un 2,9 por ciento en el conjunto de la administración pública y de la enseñanza superior.

“El problema no es Carmen Vela”, señala Amaya Moro-Martín, sino que al Ministerio donde ha quedado encuadrada la Secretaría de Estado de I+D+i (Economía y Competitividad) “le importa un pimiento la Ciencia”. “Tiene ideas y sabe lo que necesita el sistema de Ciencia español, pero no tiene recursos para llevarlo a cabo”, defiende Moro-Martín. “Creo que el artículo era inapropiado, pero más allá de eso, la raíz del problema es que no tiene disponibilidad presupuestaria ni margen de maniobra”, considera la portavoz de la Plataforma por una Investigación Digna. “No se ha priorizado la Ciencia y además se ha llevado unos recortes presupuestarios de 10 puntos por encima del recorte medio de los distintos ministerios”, lo que se suma a los sufridos en los últimos años (en torno al 35 por ciento desde 2009).

Respecto a estos recortes, el Gobierno asegura que la intención es “hacer más con menos” y que la Ciencia sigue considerándose un pilar básico para el futuro del país. Sin embargo, la percepción entre los investigadores es otra. “Por mucho que se diga que la Ciencia puede cambiar el modelo productivo, los políticos no se lo creen, están haciendo justo lo contrario”, considera Moro-Martín. “En los laboratorios españoles estamos acostumbrados a hacer mucho con muy poco, pero es como pedir a un pensionista que llega a final de mes como puede que acepte que se le reduzca la pensión”, ejemplifica Artells, que lamenta que “si ya de por sí no hay mucho dinero y lo poco que hay te lo quitan, no sé cómo vamos a hacer Ciencia”.

Lorenzo Melchor.
Difícil retorno

Lorenzo Melchor, cuatro años en el Reino Unido investigando en cáncer de mama y mieloma múltiple, preside Spanish Researchers in the United Kingdom (SRUK), una comunidad que reúne a cerca de 200 investigadores españoles que desarrollan su labor en el Reino Unido. “La idea es defender nuestros intereses como comunidad”, explica Melchor, “dialogando con instituciones españolas, pero también británicas”. A grandes rasgos, podría decirse por tanto que es una asociación que acoge a los cerebros fugados al Reino Unido, aunque no les guste esta definición.

Sea como sea, Melchor se sorprende al escuchar a miembros del Gobierno minimizar el problema. “La mayoría de nosotros no comparte esa opinión”, explica. “Es cierto que en la investigación es muy bueno tener experiencia en el extranjero. En ese sentido podríamos hablar de movilidad, pero el problema es que es una movilidad forzada, te ves abocado a irte al extranjero por la falta de oportunidades que ofrece el mundo científico en España”.

Pero el problema no es tan solo la fuga, sino lo complicado que es regresar. Margarita Salas, científica del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa del Centro Superior de Investigaciones Científicas y voz autorizada dentro del sistema de Ciencia español, ha advertido de lo difícil que es “atraer” a los jóvenes investigadores que ya se han marchado del país. “No puedes decir vente, porque no puedes ofrecer nada”, lamenta Salas, que se muestra pesimista ante el riesgo de perder una gran generación de científicos en cuya formación se ha invertido mucho dinero.

En este sentido, Andradas también es escéptico. “El tiempo y las generaciones no se detienen”, explica, “ahora hay un éxodo mayor del normal y la reincorporación de los ahora fugados colisionará con los que naturalmente debieran recuperarse en su momento. Habría que hacer pues un esfuerzo doble, que siempre es mucho más difícil de hacer”, asegura.

Carlos Andradas.
Además, los recortes presupuestarios antes citados no hacen sino empeorar la situación. Como explica Artells, hasta ahora los investigadores salían de España porque “la experiencia es muy buena para su carrera profesional, pero siempre se planteaba con el convencimiento de volver después”. Sin embargo, “ahora no es que la gente se vaya igualmente después del doctorado, sino que incluso gente que ha vuelto y ha tenido un contrato se encuentra con que no salen plazas, no hay ofertas de renovación en el sector público…y se vuelven a marchar”.

“Hay un cuello de botella que nos deja fuera a muchos investigadores”, explica Melchor cuando se le pregunta por las posibilidades de volver a investigar a España. “En los últimos 15 años se había hecho muy bien, pero con el penoso panorama que tenemos será muy complicado volver porque o lo haces con peores condiciones o bien tardas muchos años en volver”, explica, y considera que el principal problema es que no existe un ecosistema investigador comparable al que existe en otros países. “No hay una apuesta real por la I+D, ni a nivel político ni empresarial”, lamenta Melchor, que reclama una reforma para acercar la empresa a la universidad y fomentar la cultura del conocimiento y la innovación y las actividades de mecenazgo.

“Si yo hubiera sabido la situación que tengo ahora, no habría regresado”, explica Moro-Martín, que regresó a España con un contrato Ramón y Cajal tras pasar una larga temporada investigando en EEUU. “Las expectativas se basaban en lo que decía el BOE y ahora es papel mojado”, lamenta, y asegura que “hay gente que quiere regresar pero a pesar de que le dan la oportunidad, no se fía, o regresa y decide volverse a ir enseguida”.

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